ALEJANDRO RODRIGUEZ falleció en paz el 27 de mayo del 2020 rodeado de su familia. Tenía 45 años. Él fue un increíble marido, padre, hermano, hijo y amigo querido por todos. Falleció de repente y de una manera inesperada debido a las complicaciones del COVID-19. Deja a su esposa María Elena y cuatro hijos Natalia (18), Rosamaría (15), Alejandro (13) y Marcela (7),
A Alejandro también le sobreviven su madre (María-MN), hermanas (Patricia-CA, Susana-MN), hermanos (Iván-MN, Víctor Manuel –MN, Juvencio-CA, Rigoberto-MX), y numerosos sobrinas, sobrinos, primos, tíos, tías, cuñados y amigos en Minnesota, en los Estados Unidos y en México. El precede en muerte a su papa y sus abuelos.
Alejandro vino a los Estados Unidos en 1993 con la esperanza de una vida mejor para él y su familia. Trabajo en la JBS (una planta procesadora de carne) por casi 25 años donde empezó como trabajador en la línea y fue ascendiendo hasta llegar a ser supervisor. Él era muy respetado y apreciado por sus compañeros de trabajo.
Cada año él viajaba a Purépero de Echaiz en la parte central de México para visitar a amigos y familiares. Ahí conoció al amor de su vida en 1994 con quien se casó en el 2001. Ellos se establecieron en Minnesota un poco después y desde entonces han nombrado Worthington como su casa.
Alejandro era un padre orgulloso. Los domingos de futbol no podían faltar en la casa. Le encantaba jugar futbol y ver el juego con su hijo Alejandrito, quien también quería ser un portero como su papa. Otro de sus pasatiempos era ir al parque por horas para jugar con su niña la más pequeña, Marcela. También tenía dos copilotos en casa, Natalia y Rosamaría, que siempre estaban listas para un viaje lleno de aventuras. Y lo más importante, le gustaba platicar lo orgulloso que se sentía de sus hijos y de cómo era su desempeño en la escuela. Él estaba extremadamente orgulloso de su hija mayor quien va a empezar a estudiar la universidad en el otoño. Él decía que algún día sus hijos le iban a cumplir todos sus sueños.
Él tenía un corazón muy noble. Le gustaba compartir su comida a la hora del almuerzo sin preocuparse de que se le terminara. Si alguien ocupaba que lo llevaran a casa después de salir del trabajo, o si ocupaba dinero para comprar el almuerzo, o darles permiso a los trabajadores para ir al baño o hacer una llamada telefónica o lo que fuera, Alejandro siempre estaba dispuesto a ayudar a los demás. El creía en la camaradería. El entendía lo importante que era tener una buena relación laboral y buenas relaciones con la comunidad.
Alejandro era muy feliz planeando reuniones familiares, viajes de campamento, noches de box, karaoke, carnes asadas en el lago Okabena o celebrando los sacramentos de la iglesia católica. Le gustaba recordarles a los demás la importancia de estar en familia, de cuidar a nuestros padres y lo más importante, ayudarnos mutuamente.
Para sobrellevar estos momentos difíciles esperamos seguir adelante como Alejandro lo hubiera querido-unidos como familia. Vamos a continuar con esas noches de campamento en el verano con nuestros amigos y familia alrededor de una fogata escuchando nuestras canciones favoritas, riendo con los peores chistes, recordando todos los bellos momentos que pasamos. Te extrañaremos mucho Alejandro.
De antemano agradecemos a las enfermeras, doctores y a todo el personal del Centro Medico de Sanford USD quien hizo un excelente trabajo cuidando a Alejandro durante ese tiempo difícil. Siempre estaremos agradecidos por lograr que nuestra familia lo viera por última vez.
Gracias. Cuídense mucho. Dios los bendiga a todos.
La familia Rodriguez
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